Otro de los asesores estadounidenses al servicio de la hasbará sería Joseph Block, vicepresidente de relaciones públicas de Pepsi Daniel Espinosa
Propaganda sionista
Amos Schocken, el accionista principal del diario israelí “Haaretz”.
Después de la Primera Guerra Mundial, el término “propaganda” adquirió un matiz peyorativo. Desde entonces, sus practicantes prefieren referirse a ella empleando eufemismos como “relaciones públicas” o “diplomacia pública”, entre otros. Lo mismo sucedió con el movimiento sionista y su propaganda, que en la década de los veinte del siglo pasado fue rebautizada como hasbará.
El término es un vocablo hebreo que podría traducirse al castellano como “esclarecimiento” o “explicación”. Esta necesidad de explicarle al mundo la posición sionista, y luego la israelí –con el fin de moldear una opinión pública favorable– se volvería urgente con la segunda invasión del Líbano (1982).
No era para menos. El Likud –partido fundado en 1973– se había hecho del poder político en Israel en 1977, instalando el primer gobierno de (extrema) derecha de su historia y endureciendo su actitud hacia sus vecinos árabes. En 1982, los brutales bombardeos sobre Beirut empezarían a hacer mella en la imagen de la nación judía. Así lo expresaría entonces el diplomático israelí Abba Eban:
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EDICIÓN 708, NÚMERO 15
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