"Para sorpresa de nadie, el Departamento de Estado de EE. UU. se mostró a favor de la decisión de la corte rumana" Daniel Espinosa

OPINIÓN

Golpe en Rumania


Calin Georgescu: salió con la mejor votación en primera vuelta y la Corte Constitucional anuló los comicios.

Los rumanos se acercaron a las urnas el pasado 24 de noviembre convencidos de que aún vivían en democracia. La ilusión quedó desbaratada cuando los resultados en primera vuelta favorecieron al candidato presidencial “incorrecto” –el conservador Calin Georgescu–, opuesto a los designios de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) para su país. Como diría el marqués de Vargas Llosa, los rumanos “votaron mal”.

La agresiva reacción del establishment político rumano y sus servicios de inteligencia –serviles a los intereses otanistas y, por lo tanto, estadounidenses– consistió en invalidar los comicios dos días antes de la segunda vuelta, que debía realizarse el pasado 8 de diciembre, alegando una “intromisión rusa”. Su osadía fue criticada incluso por la candidata rival de Georgescu –la centrista Elena Lasconi–, quien dijo que la decisión de la corte constitucional rumana de invalidar los resultados de la primera vuelta “destruye la mismísima esencia de la democracia, el voto” (“The New York Times”, 23/12/24).

Como suele suceder en estos casos, cualquier evidencia de una “intromisión rusa” en los recientes sufragios rumanos brilla por su ausencia. En un reporte desclasificado usado para justificar el golpe, los servicios de inteligencia rumanos –muy al estilo de los estadounidenses– se limitaron a asegurar que una campaña de márquetin político en favor de Georgescu, realizada a través de TikTok en los días previos al sufragio, sería “similar” a intromisiones políticas supuestamente realizadas por Rusia en el pasado (www.politico.eu, 05/12/24).

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