
"El caso es que Dina ha hecho el trabajo de campo por ella: ha demostrado que meter bala a lo bestia y sobrevivir en el cargo es posible" Juan Manuel Robles
Cuero de chancho


Dina Boluarte: en el bajo mundo la observan con admiración.
Dina Boluarte no sirve para nada salvo una cosa: ser un globo de ensayo, un experimento para probar que la alianza gobernante puede poner un presidente títere capaz de resistir sin caer, no importa su impopularidad, su ineptitud, su obediencia a los lobbies y a los negociados que se cocinan en el parlamento. Hasta antes de Dina Boluarte, la amenaza de un presidente autoritario que encarnara totalmente al fujimorismo o a sus satélites delincuenciales, la de un presidente que reprima y mate sin que eso le cueste una crisis terminal, era solo teórica: su nombre era Keiko Fujimori. En días de campaña, hubo quienes argumentaban que la hija del criminal indultado iba a tener “cuidado” en sus acciones de fuerza justamente por la mochila histórica del apellido. Tal vez fuera cierto, tal vez no. El caso es que Dina ha hecho el trabajo de campo por ella: ha demostrado que meter bala a lo bestia y sobrevivir en el cargo es posible.
Eso sí, hace falta tener cuero de chancho.
Dina lo tiene. De sobra. De una manera superlativa y palteante. Por eso su ejemplo reluce entre los rufianes que se disponen a un nuevo festín el 2026 (donde Keiko va con el rótulo de “favorita”).
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EDICIÓN 728, NÚMERO 15
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