"El Perú fue su escuela y, a decir de los perfiles que van saliendo, el modelo a escala de un montón de conflictos globales" Juan Manuel Robles

OPINIÓN

El Papa móvil


Robert Prevost cumpliendo su tarea como misionero (a veces ecuestre).

El guionista de ese gran melodrama llamado Perú —ya se sabe— es intenso, desmesurado y juguetón. Le encantan los plot twists justo al final de la temporada (o al borde del abismo). Donde hay desolación siembra esperanza, pero lo hace a la peruana: con mucho ruido y una gran orquesta norteña. El guionista de Perú —que a veces se parece al Dios malvado del Viejo Testamento— decidió sazonar las desventuras de la golpeada patria con un hecho insólito: un Papa peruano. ¿Quién se lo esperaba? Nadie. El único que mencionó al cardenal Robert Prevost en los días del cónclave fue el periodista Pedro Salinas y pareció más un deseo motivado por la fe. Pero así pasó: el jueves 8 de mayo salió el humo blanco y la noticia se esparció, y en cosa de segundos ahí estaba: el DNI azul, con foto y vicuña. El guionista, como a veces ocurre, dispone un evento sin calcular las dimensiones; lo que sigue está fuera de sus manos: se arma la fiesta, la novelería y la fiebre.

Si había alguna duda de que Robert Francis Prevost es peruano, se acabó con las decenas de imágenes en que aparece hablando el idioma de los peruanos, que no es el castellano sino el combo. No, no hablamos de una causa de cangrejo en La Mar o un lomo saltado en La Huaca. Hablamos del seco con cabrito bien taipá con su frejol más, el frito chiclayano con chancho tierno para empezar el día. Hablamos de fotos sirviéndose de una olla gigante o comiendo sentado en la silla de plástico blanco. Pero en realidad, ya estaba probada la peruanidad papal cuando, en su primera aparición frente al mundo, dijo “saludos a mi querida diócesis de Chiclayo”; mandar un saludo para la mancha en el momento de mayor gloria es demasiado peruano. La autenticidad de la peruanidad de León XIV es inversamente proporcional a “el Papa es Charapa” de aquel polaco que detestaba a los comunistas y protegía a los pederastas.

Por cierto, León XIV posee la misma arma que tenía Juan Pablo II: es políglota. Será un nuevo peregrino, sin duda. Las primeras semblanzas de la televisión estadounidense dan cuenta de su vocación nómada: “De Chicago a Chiclayo”, titulan.

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