
"Nuestra legislación prevé sanciones de privación de libertad de hasta 10 años. Los adolescentes infractores no son intocables ni quedan en la impunidad" Ronald Gamarra
Prohibido para menores


La ley 32330 es una absoluta expresión de desprecio por el derecho nacional e internacional.
¿Para qué se aprueban en el Perú disposiciones de nivel constitucional y se suscriben tratados internacionales sobre protección de los derechos humanos? A juzgar por el comportamiento de los políticos que se afanan nuestro país, firmamos esos compromisos jurídicos para nada y por joda. Un saludo a la bandera, formal y vacío de todo contenido y convicción, porque violamos esas normas en la primera oportunidad que se presenta, con descaro, sin asomo de rubor, orgullosos del crimen cometido y despotricando de los organismos internacionales ante los cuales ratificamos los tratados y con desprecio por el pueblo ante el cual se juró la Constitución.
Así ha sido siempre. Firmamos la Convención Americana de Derechos Humanos bajo la bota de Morales Bermúdez y la ratificamos mediante la Constitución de 1979, y apenas tres años después los gobiernos empezaron a violarla sistemáticamente, respondiendo al terrorismo senderista con miles de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura y demás atrocidades durante las siguientes dos décadas teniendo como principales víctimas a campesinos situados desgraciadamente entre dos fuegos. Y todo esto, en medio de un caos que solo sirvió para agudizar la violencia. Al final de la historia, un departamento policial especializado logró derrotar a la organización terrorista capturando a sus líderes mediante acciones de inteligencia, libres de los horrores de la guerra contrasubversiva que se llevaba adelante con tan malos resultados.
Entonces vinieron las quejas por la supuesta intromisión de los organismos internacionales para que nuestros gobiernos respeten los derechos humanos en cumplimiento de sus compromisos. Aquí surgió el argumento de la “soberanía nacional” para pasar por agua tibia los crímenes del Estado, para solapar la barbarie. Y esa coartada ha escalado hasta convertirse hoy en una exigencia histérica de denunciar y botar al tacho de los desechos la Convención Americana de Derechos Humanos y sacar al Perú de la jurisdicción de la Corte Interamericana.
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EDICIÓN 733, NÚMERO 16
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