REPORTAJE

Le cortaron las alas

Américo Zambrano
La Fuerza Aérea intenta imponer un misterio indescifrable en torno a la muerte de la piloto Ashley Vargas Mendoza. Pero lo cierto es que ella, que conocía perfectamente el procedimiento, no pudo eyectarse. Y eso sólo puede tener una explicación: que el mecanismo no funcionó y que lo más probable es que se trató de otra omisión en los protocolos del mantenimiento.

La piloto con el avión de instrucción de fabricación surcoreana KT-1P, del cual no lograría salir con vida.

Dieciséis días después del accidente, la Marina encontró el cuerpo de la piloto Ashley Vargas Mendoza la tarde del jueves último. Según las primeras informaciones, estaba dentro de la cabina del avión de instrucción KT-1P N° 446, atada a su asiento, con el cinturón de seguridad puesto. No logró eyectarse.

La aeronave había sido arrastrada por la marea hasta una zona cubierta de vegetación marina, frente a la playa Mendieta, en la Reserva Nacional de Paracas. Un robot del BAP “Carrasco” habría localizado la figura sumergida a más de 900 metros de profundidad.

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