REPORTAJE

Corazones heridos

FABRICIO CABRERA BUDEN
El Instituto Nacional Cardiovascular (INCOR) se halla en estado de catástrofe por una pésima gestión

Liana Amado Barriga, hija de Rosa Barriga, carga la urna funeraria donde guarda las cenizas de su madre. “La mató el tiempo de espera. ¿Quién me la va a devolver?”. (Foto: César Zamalloa/H13)

Rosa Barriga Sánchez requería una operación con urgencia. Le habían detectado un aneurisma abdominal. Durante tres meses, desde mayo hasta agosto último, acudió dos veces por semana al Instituto Nacional Cardiovascular (INCOR) en busca de una cita para los exámenes de riesgo quirúrgico. La espera terminó matándola. “Nosotros intentamos hacer todo lo posible, pero no tenemos equipos. No sólo falleció por una ruptura de aneurisma sino también por la falta de equipos”, dice Yuler Abono Sánchez, el cardiólogo que trataba a Barriga.

Los últimos meses de vida de Rosa Barriga, de 75 años, los pasó peleando por su vida. Tenía que viajar dos horas en bus para llegar desde el Callao, donde vivía, hasta Jesús María, donde está el INCOR. Ni una sola semana dejó de hacer ese trayecto.

Desbloquea esta y más noticias exclusivas.
Suscríbete ahora para obtener acceso ilimitado.