(Para los no consumidores: streaming son las transmisiones en vivo realizadas vía internet por cualquier usuario, con cámara y micrófono, a través de la plataforma que prefiera. YouTube es la más popular en Perú. En la actualidad, el formato predominante es un programa donde tres o cuatro personas hablan sin guion de un tema cualquiera en un estudio, con audiencias que pueden superar las cien mil vistas por episodio. Todo esto es, en realidad, una copia de lo que hacen en Argentina canales como Olga o Blender).

Esta tesis optimista partía de un supuesto: la democratización del acceso a la presentación de información –que pasó de estar en manos de los dueños de los canales y sus productores a estar en manos de cualquier ciudadano con computadora– traería, de forma automática, un mejor contenido. Menos parametrado, más libre e independiente. En otras palabras, el problema no era que nosotros –el público, el “pueblo”– consumiéramos basura o que la produjéramos sino que los canales de televisión y sus mandos –los medios, la “élite”– nos la lanzaban. Un argumento populista: el problema era la élite de medios, que daba porquería al pueblo. Ahora que democratizamos la presentación de la información, esta será necesariamente mejor. Sin la élite, el pueblo a gobernar. YouTube como la patria nacional-popular.